domingo, 10 de octubre de 2010

El Vino de la Soledad



Soledad, tus ojos, mis ojos;
aquellos resplandecientes de alegría
en el fondo ocultan un poco de llanto.
Llanto que como aguas turbulentas te rodea y me rodea.
No dejes ahogar mi aliento en el tuyo.
Desátame! déjame escapar
y escucharás de nuevo mi canto.


Descubierto por un anónimo en una noche de ilusión


V. Mad
©

El MuErTo


Sábado en la mañana, un hombre que despierta con el sol, pero que en realidad hubiera preferido despertar en la oscuridad, en la oscuridad de pensamiento, en la oscuridad de la inexistencia.
Un hombre que no soporta ni su propio aliento. Aliento fétido de vino descompuesto que entre los capullos de las polillas y las colillas de los cigarros, se fermenta.
Hombre que posee una autoestima inferior a la que tendría un mísero molusco. Sólo quejándose y quejándose y no hace nada, absolutamente nada diferente de criar bichos que luego le sacaran los ojos. Que luego le dejaran en la orilla del camino, totalmente solitario, totalmente vacío y sin esperanzas. Una vida bohemia carente de sentido, a no ser que su sentido sea el no-sentido. Una vida de caminar por zonas donde la luz no llega, donde la luz teme entrar por miedo a ser aniquilada. Vida de carreras que comenzó por una desilusión en su mundo, en su mundo que ya marchito imploraba ayuda. Vida falacia que comenzó con una idea romántica y que ahora lo carcome. Lo carcome al punto de dolor, de no importarle nada y de salir en busca de su panacea. Panacea que no es más que una polilla, una simple polilla, que se alimenta de sus células nerviosas. De principio le subestimó, más a medida que la arena cayó, fue tomando forma. Forma de rapaz ave que negra hedía a muerte, a taladro destrozando sus sesos y a Eva comiendo de la manzana y por tanto, jodiéndolo.
Ser con mucho talento arrojado de una sola vez a la letrina, a la letrina que jamás devuelve pero él cree que en un mañana lo hará. El arte y la polilla, la polilla y el arte, un matrimonio que cree perfecto, en que uno no puede estar sin el otro y que en realidad viven felices los cuatro. Del cine a la fotografía, de la fotografía a la poesía, de la poesía a la pintura, de la pintura a la literatura y al fin y al cabo es sólo al teatro. Al teatro del absurdo que ni él mismo creería, que si pudiera entrar de espectador y verse a si mismo, se aterraría de lo mal que actúa.
Un hombre que siente lastima de si mismo, que se siente el ser más importante de todo el cosmos. Que no puede ver más allá de sus narices por su maldito egoísmo.
Un hombre que le teme a todo, a una hormiga, a un te quiero y a un balazo en la cabeza, y por esto se abstrae. Haciendo que las polillas crezcan y se procreen cada vez más, tomando nuevas formas, pero aun así con el mismo fin, comer y comer sus neuronas.
Un hombre que dice ser pero que no es y nunca lo será. Un hombre que intenta huirle a su propia sombra, que corre y corre pero qué...si la Luna es más grande.
Un hombre que ha perdido brillo en los ojos y no es consciente de ello. Y un hombre que ha perdido intensidad en el brillo de sus grandes ojos, está muerto.

V. Mad
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El Espejo


Un grupo de hombres que sólo se dedicaban a criticar y criticar, pero de repente quedaron atónitos y sus cuerdas vocales no vibraron más. Todas sus críticas no eran más que el reflejo, que el reflejo de su propia imagen en el espejo.


V. Mad
©


Yo, Damián Quintero


Mientras los pitos de los autos chillaban como un cantar de ranas desesperadas, y los pasos de cientos de peatones marchaban al compás de aquel reloj gigante, impresionante, que no se ve, que no se escucha, pero que se percibe en aquella atmósfera densa, nebulosa, confusa y la verdad irreal de aquella metrópoli, yo Damián Quintero, estudiante de literatura, desocupado, sin novia conocida, y terriblemente soñador, abstraído de la realidad objetiva y de todo lo que me pueda conducir a ella, asisto a una de mis mejores películas de amor, pasión, intriga, instintos desenfrenados y locura en una de las más exclusivas salas de cine en movimiento que existen, eso por supuesto sucede en el interior de mi cabeza. La historia es sencilla y en realidad para no complicarnos puede ser resumida en tan sólo unas cuantas palabras frías y sin ningún sentido.
Todo comenzó un día de tantos, cuando me desperté sin ganas de nada, aburrido y con una terrible pereza por todo. Yo estaba allí, tendido en aquella cama de malla, era ella y yo, unidos eternamente en aquella horizontalidad, y a decir verdad aquella situación no me gustaba para nada. Me era imposible moverme, por más que lo intentaba una y otra vez no lo conseguía. Pasaban los minutos, pasaban las horas, y los días. Pasaron la primavera y el verano, todo seguía igual, el techo allí frente a mis narices, en cualquier momento podía venirse a bajo y mi lengua ni se movía. Me sentía vulnerable y estúpido. Temía incluso que a las cucarachas y a las hormigas les diera por incluirme en su dieta. El mundo afuera seguía girando y yo Quinterito postrado en esta inmunda cama de malla sin poder unirme y girar con él.
Pasaron varios años y ya hasta empecé a sentirme personaje expresionista, yo Damián Quintero convertido en Gregorio Samsa, pero de repente todo termino y me levanté. En ese momento decidí investigar acerca de lo sucedido y buscar ayuda para que nunca más aquella pesadilla se repitiese, así que fui a un tratamiento psicológico y ahí a grosso modo termina esta historia. En realidad este hecho tan trivial no tiene nada de interesante, realmente no ocurrió nada excepcional que pueda ser escrito y leído así que lo dejare a un lado y me centrare en lo que no sucedió, en lo imaginario.
Después de asistir a varias citas con una doctora especializada en Psicología Clínica, mi depresión, mi terrible pereza fue desapareciendo, era indudable mi progreso y no sólo se debía a su inteligencia y a su bríllate pensamiento teórico sino también a su suavidad, solidaridad y a su gran sentido humanista. Poco a poco deje de verla como a una persona extraña y empecé a sentirla muy cercana, como si le conociese de tiempo atrás, como a esa vieja amiga con la que hay total confianza y sinceridad, y no importa que la veas todos los días o que la llames en su cumpleaños, pues siempre está presente ahí, en eso que algunos llaman corazón. Al principio a pesar de mi tristeza sin motivo, cuando llegaba a su consultorio,
mi animó mejoraba notablemente y mis temores desaparecían en su mayoría. Mi comportamiento allí dentro de esas cuatro paredes con ella, era un poco distante pero no porque así lo quisiese sino porque me parecía que así debia ser, y de hecho yo Damián Quintero no quería incomodarla y por nada del mundo hacerla sentirse prevenida y observada. Eso sería terrible y la objetividad del tratamiento se vendría a bajo. Pero no todo seguiría así, unas semanas más tarde iba yo en un autobús, rodeado de gente impaciente, egoísta y desesperada por llegar a sus lugares de trabajo. El caos de la gran urbe era evidente y también la locura de la mayoría de sus habitantes. Yo el soñador Quintero como me decían en el colegio iba al encuentro con la doctora. Teníamos cita a las nueve de la mañana, iba un poco nervioso por aquello de mis sentimientos y porque esta cita no era como las demás, no era en su horrible consultorio, no es que tenga algo en contra del suyo, la verdad es que los consultorios en general me parecen horribles, y a pesar de que los decoren con plantas, bellas obras de arte, cómodas sillas, bibliotecas imponentes, tapetes, música ambiental y de vez en cuando una hermosa modelo como secretaria en la sala de espera, en serio, no me pueden engañar, son sinónimo de enfermedad, de tristeza y no me podrán gustar nunca. Por eso esta cita sería diferente, de hecho no la veía como cita psicológica ni nada por el estilo sino simplemente como el encuentro con la persona que te deslumbra y con la cual te sientes bien.
Continuaba nervioso ahora caminando a su encuentro, la Iglesia de aquel parque a medida que yo paso a paso andaba se iba haciendo más y más grande e incluso terriblemente hermosa. Es extraño como a veces no te das cuenta de lo que te rodea, pero más extraño aun, es cuando descubres tu falta. No estaba seguro si era ella, realmente se veía diferente sin su bata y fuera de su consultorio. Ella era demasiado joven, con su cabello aun mojado con olor a frutas silvestres, y su maleta de estudiante. Me sentía extraño, pero me sentía demasiado bien, tanto así que trate de controlarme para no pasar de confianzudo, pero creo que no lo logré. La fuerza que emergía de mi interior era mucho más grande que aquel impulso por controlarla. La doctora... no, no puedo seguirle llamando así, siento un terrible impulso por llamarle por su nombre y para ser sincero tanta formalidad me tiene harto. Yo Damián Quintero, impulsivo, y a veces hasta maleducado por mi sinceridad desmedida, me declaro libre desde este momento, así que le llamaré por su nombre: Susana, Susanita.
Susanita era muy joven, su pinta de universitaria iba en contradicción con lo que la sociedad decía que debería ser el aspecto de un doctor, es decir, frío, como el témpano que llevó al hundimiento del gran Titanic en las profundidades. Ella no sólo se veía diferente, también su comportamiento era diferente, sus bellos ojos se veían más brillantes y claros que de costumbre, la amante de la libertad y el cambio nacía en ese momento ante mis ojos asombrados e incrédulos. Ese primer impacto sin lugar a dudas transformo algo en mi interior que en ese momento no lograba descifrar.
Hablamos un par de palabras allí en aquel parque, a nuestras espaldas aquella enorme Iglesia y siendo honesto, sentía un gran alivio que estuviéramos en esa posición y no en otra. Prefería no tener a mi vista aquella creación católica, castigadora y creyente en que debíamos cargar con una gran culpa, la prefería a mis espaldas y no recordándome lo pecador y malo que era. En este momento mi vida daba un giro y el mundo ya no era el mismo. Las palomas buscaban migajas en el piso, otras volaban y yo a esas las prefería, no hay nada que hacer sobre este suelo, arriba hay mucho más espacio y si se tienen alas porque no aprovecharlas. Susanita había decidido ir al Jardín Botánico y yo Damián Quintero sin ningún tipo de quejas, la apoyaba. Algunas dudas viajaban desde otros mundos y caían en mi cabeza, ¿acaso la terapia de inmersión no era tener contacto con aquel mundo caótico que me rodeaba y me atemorizaba? Confiaba plenamente en ella y además me importaba un pepino si me enfrentaba o no a mis temores, estaba feliz, no sabía el porque pero a quién diablos le importaba, sólo lo estaba y punto.
Allí estaban los dos rodeados de sol, de nubes y de plantas, tanto esplendor inspiraba aun más al joven Quinterito. Su energía vibraba al ritmo de la naturaleza y su imaginación volaba a lugares desconocidos. Susanita a medida que caminaba lo interrogaba sobre algunas de sus ideas, lo raro es que ya habían hablado de esas cosas pero a él seguro no le importaba mucho tener que repetirlas. Tanto verde a su alrededor hacia que su cabeza se desatara. No podía seguir conteniéndose y pronto empezó a liberarse y a preguntar a Susanita por su vida privada. Al principio note cierta distancia, respuestas cortas tal vez por cordialidad, un poco de prevención de su parte y como no si ya Quinterito le había escrito algunas de sus dudas sobre aquel experimento que ella por primera vez realizaba, y entre líneas trató de mostrarle a la doctora Susanita sus preocupaciones con respecto a sus sentimientos y ella seguro que lo había entendido pero trataba de no ser tan directa con el tema. Lo que no sabían ninguno de los dos es que a pesar de todo, esta situación de Damián Quintero con las mujeres era uno de los principales problemas que lo conducían a la desesperación, al vacío y a desesperanza. Y allí poco a poco junto a árboles, flores y pájaros de plástico ellos se enfrentaban al problema sin tener plena consciencia de ello. O tal vez ella lo sabía pero tenía dificultad para decidir al respecto y prefería mantenerse al margen y no cambiarle una dependencia por otra, o todo lo contrario, actuaba con absoluto conocimiento de cada suceso y todo lo tenía controlado.
En un momento cerca de los helechos Susanita le miro fijamente a los ojos, como queriendo ver en su interior, tomo fuerzas y trató de preguntarle algo al respecto, pero se contuvo y no dijo nada. Yo narrador omnisciente, entro en este juego desde ahora, y desde mi perspectiva así fueron los hechos.
Susanita me miro fijamente a los ojos, una mirada profunda que trataba de investigar mis pensamientos, sentí un poco de vergüenza y mi mirada pronto enfoco el suelo. Sentía que ella lo tenía todo controlado y que todo era parte del experimento. Seguimos caminando, hablando, sonriendo, y yo Damián Quintero sentía como Susanita iba rompiendo con aquella coraza y de repente comenzaba a contarme cosas de su vida, como a cualquier persona y no a su paciente. Descubrí además de todo que había estudiado filosofía, que era profesora de esta materia en una importante universidad, que había realizado una especialización de psicoanálisis en el exterior y además de todo que en su interior se hallaba una bella persona, que era emprendedora, idealista, amante de la libertad, una joven individualista con gran capacidad de mando y autodominio, aspirante a la universalidad y al misticismo. Inesperadamente me sentí mucho más tranquilo, y ella al parecer se sentía igual.
Siguieron paseado por el jardín de las rosas, Susanita estaba feliz, y Quinterito estaba encantado con su nueva amiga. Se notaba que le admiraba y respetaba mucho y que por sobre todas las cosas quería que ella se sintiese bien y en confianza. Pasaban las horas y pronto todo llegaría a su fin, cosa que a Damián Quintero no parecía mucho importarle, se le veía seguro e ilusionado. A ella tampoco parecía importarle la hora, era como un alejarse del todo por un momento, se le veía en una actitud extraña, quien sabe si calculada pero al parecer su actitud parecía muy honesta.
Era ya la una de la tarde y todo había terminado, yo salía contento, tranquilo, y confiado en que me había portado bien. Al recoger las maletas en la entrada me acorde que debía entregarle un sobre que mi familia le había enviado, en el rostro de Susanita hubo una transformación extraña, la sentí diferente, no puedo describir aquella sensación pero no fue grata para mí. Yo Damián Quintero trataba de analizar que había pasado, porque aquel cambio, ¿acaso había dicho algo malo?, seguro que sí. Que estúpido, se trataba del cheque de pago, el dinero siempre lo jodia todo, pero la culpa era mía, como no lo pensé antes, tal vez le hice sentir mal, o ella simplemente se sintió mal por aquel choque con la realidad, Susanita era la doctora y yo Damián Quintero el paciente y así eran las cosas, dinero por tiempo y nada ni nadie podía transgredir aquella situación. Que horrible sentimiento en mi pecho, en mi garganta, tantas ideas, tantas teorías y lo peor de todo era que no podía hacerlas publicas, no podía decirle a Susanita cual claro estaba yo al respecto, es decir, que yo Quinterito soñador sabia diferenciar mis sueños o tal vez pesadillas, de la realidad objetiva, de la realidad concreta y que tantas películas que se generaban en mi mente eran sólo y únicamente como la palabra misma lo indicaba: películas, ficciones basadas en la realidad pero nunca las consideraba reales.
De regreso al punto de partida, Damián Quintero insistía en ir a almorzar con la doctora Susanita, él más que por el hambre, trataba de disfrutar los últimos instantes de su compañía, trataba de capturar todo lo que ella decía y hacía, al punto que Susanita termino por darse cuenta de sus intensiones y el nerviosismo le atrapó, al punto que al pinchar la mazorca de aquel plato típico, esta voló por los aires y le ensucio su vestuario. Quinterito le miraba y trataba de hacerla sentir bien, de hecho le importaba un pito lo sucedido, pero al ver el rostro de Susanita un poco atomatado, se sintió culpable de aquella desgracia. Él creía haber causado aquella situación, ella al parecer se sentía un poco vulnerable, juzgada y observada.
No sabía donde meterme, estaba tranquilo pero Susanita no lo estaba. La comida estaba deliciosa pero mi apetito no era muy grande, además era un poco tarde y ella debía ir a cumplir con sus obligaciones y yo Quinterito el soñador la estaba retrasando. Tome un poco de refresco y casi deje toda la comida, intranquilo fui a pagar para que ella no lo hiciera y no sé que paso después, todo era diferente, sentí a Susanita como distante, nerviosa, como molesta. Yo por supuesto sabía que ya todo había terminado, pero no entendía su actitud, que extraño. Caminábamos rumbo a la avenida octava, yo Quinterito impertinente le preguntaba si ya se iba para la universidad y ella Susanita nerviosa no sabía que decir, la sentía como pensativa como preguntándose internamente que hago, como me lo quito de encima sin que se sienta mal, como preguntándose que carajo tendrá este ahora en la cabeza, que ideas raras se le habrán metido y yo Damián absolutamente a la expectativa, sin saber que hacer ni que decir, sin saber que había causado tal malentendido, sin saber el porque de su comportamiento tan diferente al del Jardín Botánico. Inmediatamente pensaba en aquel paraíso perdido y en uno de los tantos jardines, aquel jardín de rosas que a ella le había atraído al máximo y que era como su sueño de infancia que había recordado en la madurez. La realidad era absurda e incomprensible en ese momento. Luego al llegar a la avenida Susanita decía adiós y yo Damián Quintero así lo entendía. Mi cara de estúpido debió ser evidente. No esperaba absolutamente nada fuera de lo común pero imaginaba que todo lo sucedido por lo menos había cambiado nuestra relación doctor-paciente y ahora a pesar de todo era más como una amistad. Ella se alejaba y yo internamente me decía que pasó aquí, porque aquel comportamiento tan distante, tan frío, ¿acaso sería parte también del tratamiento?, era como un no te pienses nada raro, o un recuerda que nuestras vidas las separa un escritorio y una bata blanca o un titulo que certifica que yo estoy a un lado y tu estas en el otro. Evidentemente el culpable de todo esto era yo Quinterito soñador, que jodida vida, que desilusión, que sociedad de mierda. Tomé un autobús rumbo a cualquier parte y el que carajo estoy pensando se cruzo por mi cabeza, tan sólo fue una despedida, sí algo fría y todo pero que quería. Ya el viaje rumbo a cualquier parte se convertía en una ida a escalar, en un que rico la pase, en que chevere haber conocido a alguien así tan comprometida con sus ideas y pronto el animo de nuevo subió.
Al día siguiente de nuevo aparecía la persona agradable y fresca. La doctora Susanita con mucha alegría en su rostro, con tanta paz interior, y Damián Quintero de nuevo tranquilo y convencido de que no había pasado nada. A ella aún le inquietaban ciertas cosas de lo que él anteriormente le había escrito, lo mencionaba y observaba su reacción, le preguntaba que qué quería decir con justificar lo injustificable pero no se decidía a preguntar con mayor precisión, luego le interrogó acerca del paseo del día anterior. Él, Quinterito, un poco apenado y tratando de encontrar las palabras adecuadas para hablar de aquel día en el Jardín Botánico, se sinceraba a cada momento y pronto se desahogo con lo que le rondaba por la cabeza. Ella poco a poco también se sinceraba y pronto decidieron para un próximo encuentro comparar puntos de vista, reacciones, ideas absurdas y cualquier cosa que haya sido interesante para ambos. Incluso Susanita muy inteligentemente le colocaba trampas y él Quinterito inocente, caía como cae un sapo en un charquito; lleno de alegría. Susanita le pregunta que qué planes tiene para el fin de semana y él sonriente, le mira como quién ha logrado algo que no se esperaba y de pronto se da cuenta de su estupidez y se ríe como quien se ha delatado a si mismo. Ella también analiza la situación pero sus pensamientos me son imposible conocerlos.
Yo narrador omnisciente creo que hemos llegado al punto climático de esta historia, las ideas absurdas, los sueños, la imaginación desmedida de Damián Quintero culminaran en aquella próxima cita, todos los detalles más trascendentales serán comprobados, discutidos y evidentemente de allí saldrá un veredicto, no propiamente con un ganador o un perdedor pues sin lugar a dudas Susanita y Quinterito aprenderán mucho de todo esto.

V. Mad
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jueves, 7 de octubre de 2010

EL BLOqUEO


Es un día como cualquiera, la noche, las estrellas, las montañas. Quienes somos, de donde venimos, son preguntas que siempre se me pasan por la cabeza. Todo parece, nada es…. Podemos cuestionar, para que, no hay respuesta.
Todo parece en orden, ni una sola letra más en el documento. Varios años de espera y aun no consigo superar el bloqueo de mi cerebro. Los doctores creían que…ya no creen nada. Ayer todo indicaba que mañana podía ser, pero hoy que escribo esto sé que no pudo ser. Es complicado pero siempre ha sido así. La historia es sencilla o no es historia ni es sencilla, en fin el bloqueo.

Tres de la mañana, camino yo, ¡que digo! dos o dos y media, no importa, las sombras ocultan mi rostro, el frío de la noche hiela mi hígado. Los perros no dejan de aullar a la Luna. Un ambiente sórdido, algo misterioso. Una flor negra alumbrada por la luz de un farol me causa curiosidad. Es perfecta, pétalos, tallo, espinas. Me alejo adentrándome en mis pensamientos. Quién puede haberla dejado allí, abandonada al destino de algún transeúnte curioso hasta malévolo que no dudaría en echar un par de miradas a uno y otro lado y tomarla velozmente para ocultarla debajo de su abrigo…puede que no sea así, tal vez el frío de la noche llegará a marchitarla.

Me levanto de la cama y pienso en aquella rosa negra, detalles como estos la impactaban, la desquiciaban al punto de buscarme por años y seguir en el juego. Nunca nos encontramos, nunca la llegue a conocer físicamente, vi sus ojos escaneados en mi correo. Es la única imagen que tengo de ella, tal vez, quizás sean falsos y aquellas pupilas, iris, párpados, cejas, sean de cualquier revista vende-niñas-ingenuas a consumidores en celo.

Atardecer, parque, voy corriendo y estoy nervioso. Me detengo y no sé porque corría y porque estaba nervioso. Un agua helada y gaseada baja por mi garganta, pago a la joven de patines, licra y gorra amarilla, no tiene vueltos y sigo mi recorrido. Camino aún un poco agitado, trato de recordar pero no puedo y ya no importa. Compro el diario y las noticias parecen ser las de hace un siglo, nada ha cambiado, el ciclo continua y parece que la mayoría no se percata de esto. Aun veo rostros de hombres, mujeres, ancianos y jóvenes asombrados por lo sucedido. Me dirijo ahora hacia…es mejor sin nombres, la puerta se abre, la multitud baja, la multitud sube, la puerta se cierra. Es el lugar no cabe duda, los afiches, las paredes, el azul predominante, el viejo Johnny, la alegría de su Saxo, es imposible no darle algunos centavos. Nos conocemos, él siempre esta allí lamentándose y yo siempre estoy aquí deleitándome con su sufrimiento. Las escaleras no funcionan y la muchedumbre batalla por alcanzar un nuevo escalón. Del otro lado del andén bicicletas y monopatines, uno que otro perro guiado por su amo-collar-inalámbrico. Este lugar no cambia a pesar de todo, carteles, autos, rojo verde, rojo, cruzo la esquina, el poste, el farol, el afiche cine club “Mamaos del Cine Fieles” presenta documental “UN ARIO EN EL CONGO”.

Sé que busco algo pero no lo recuerdo. No es fallo de memoria, ni amnesia, ni mucho menos E.M. (Erosión de Memoria) la droga Loriguiana, pero sé que hay algo allí, o sus indicios, punto a punto, sólo debo unir las líneas y hallaré la respuesta, si es que hay una.
Me siento, un café con mucha crema, gracias. Las gafas me molestan un poco, pero el sol en los ojos es mucho peor así que decido dejarlas. Tres minutos habían pasado y la incertidumbre comenzaba de nuevo, el bombardeo no hizo esperar y lo más jodido es que no sabia porque el gobierno ruso los había abandonado y que ocultaban tras aquel silencio fantasmal. Porque años después de la guerra fría un submarino cargado de armas nucleares aún se paseaba por el Ártico.
Estoy conectado a algo, es mi mente, es mi ser, no estoy seguro, sólo lo siento. A veces puedo olfatear a distancia, hay un no-sé-que en un no-sé-donde que guía mis pensamientos. No soy devoto a dioses o a milagros, no sé, es algo más elevado. Soy la evolución misma del pensamiento del hombre, no entiendo ni lo que escribo, lo leo y me suena a fanático extremista. Mi mente dicta, mi mano escribe, mi mente racional no cuestiona. Camino de nuevo, callejones sin salida, antros de baja calaña con una riqueza enorme, es como entrar al Prado o al Louvre y deleitarse con las más grandes obras, personajes tan complejos y a la vez tan sencillos que deambulan solitarios en el mar de los muertos. Apestan, apestamos, somos reflejos pero huimos de encontrarnos cara a cara con nuestro propio rostro. Mirarnos a los ojos y descubrir las mentiras que hemos inventado, un engaño enorme-deforme que desfigura nuestra apariencia. El encuentro es lógico, el camino laberíntico, tarde o temprano nos conducirá de regreso. Día, día, noche, noche, que demonios, donde me encuentro, es un sótano, estoy amarrado de pies y manos. La venda en mis ojos únicamente me permite ver las sombras de cientos de pies en el suelo húmedo que avanzan de derecha a izquierda y viceversa. Un par de tacones se detienen, ansiosos buscan a uno y otro lado. Dos botas mas se detienen entre la multitud, esperan impacientes. Un par de zapatos elegantes se dirigen hacia los tacones. Las botas paso a paso se acercan, un ruido fuerte se escucha, la multitud desaparece, un cuerpo cae al suelo. Soy testigo de algo, no sé de que, ni de quién, pero lo soy. El día desvanece las sombras, el silencio vuelve. No hay preguntas ni habrá respuestas, no me importa, sólo estoy allí amarrado de pies y manos, venda en ojos allá arriba hay un objeto en el anden.

A través de una pequeña ventana se ven los destellos de la luz de un ala de avión. Vuelo rumbo a no-sé-donde, a mi lado una mujer joven de una mezcla racial extraña pero atractiva, escribe en su ordenador, se detiene toma un poco de vino, me mira y me entrega un periódico sin decir palabra alguna.
Mierda pero si estoy en primera plana, al parecer un grupo de neonazi me tenían secuestrado, no dan explicaciones al respecto… Bar con el número 88 en la puerta que significaba la octava letra del alfabeto, es decir la “h” dos veces y que daba referencia a Heil Hitler y… se debe ser un maldito genio para descubrirlo… los secuestradores y seguidores de la filosofía del Reich, dos jóvenes de 19 y 25 años….Sigo sin entender a esos cabrones y mas en estos días en que las mezclan predominan.

Aquel bar parece ser ideal para aquellas especies que únicamente se reproducen en cautiverio. Luces de colores, humo denso y frío, variedad de olores y sabores, rostros inquietos y espeluznantes. No hallo un lugar para quedarme, todos parecen defender su territorio. Me aferro más y más a mi vaso y lo llevo una y otra vez a mi boca, aquel sabor no concuerda con el sabor de una buena cerveza. Mi memoria no me engaña, lo que no entiendo es el porque de un desabrido vaso con agua en mis manos. A mi alrededor cientos de vasos con agua en otras cientos de manos y en las mesas y en la barra. Extraño club de abstemios anónimos o de adictos a extraños clubes o a extrañas sustancias anónimas.
Unos bellos ojos violeta en busca de un poco de dinero y placer se pasean de un lugar a otro. Parpadean, no se detienen, ocultan algo: miedo, angustia y ansiedad de lo inesperado. De lo inesperado de un puñal en su garganta y un cabrón dándole por el culo. O de un viejo decrepito-asqueroso lamiendo su delicada vagina mientras se masturba intentando pararse el pito. Es patético, vivo en mundo patético pero que más da. Creo que me observa, es más estoy seguro que me observa, sonríe, no puedo hacer nada para que deje de hacerlo. Realmente no la miro, la única imagen en mi cerebro es de sus labios carnosos en mi pito inmaduro, que más da: un viejo asqueroso e impotente o yo… In-Humanos patéticos rodeados de pensamientos patéticos.

La barra esta en el centro del lugar, voy en busca de un poco de cerveza pero me encuentro que sólo hay agua por todas partes y servilletas, miles de servilletas guardadas con extraño cuidado, observo y veo que cada individuo recibe una de diferente color. Recuerdo que yo al entrar e ir a la barra, el barman me pregunto el color, no le entendí y dije que cualquiera. La servilleta, la maldita servilleta tenía un punto en el borde derecho que se debía rasgar y mezclar con el agua. Lo hago y lo bebo.

Ahora estoy en Pekín, miles de personas caminando alrededor, motos, autos, edificios. Ahora camino sobre el océano, una isla se aproxima, estoy en Cuba, construcciones en ruinas, autos viejos, bicicletas. Grandes pantallas cubren todas las paredes del lugar, incluso las hay en el piso y el techo, la sensación es indescriptible.

Caigo de repente y descubro en mi mente lo que soy. Un espía soviético que fue infiltrado en el óvulo de una mujer que se dirigía a los Estados Unidos de América, el error fue que la señora nunca llego a su destino. Esa es la versión de mi psicoanalista, algo confusa, inverosímil pero según él tan real como mi piel negra. Una chica del bar me sonríe con ternura, pronto todo se nubla.

Estaba tirado en el único lugar donde las personas se ven a si mismas, en el baño de aquel nebuloso bar. Que sucedió, que sucede, aquel estado hacia de mi un animal guiado por impulsos primitivos. “Entiendo al mundo pero el mundo no me entiende” Aquel epitafio en la puerta frente al inodoro y aquel olor a amoniaco producido por la descomposición de la mierda y la orina me hacen saber que no puedo continuar así, la comida chatarra agujerea mi estomago.

Aquella mujer, aquellos ojos, aquella rosa, aquel cuerpo en el anden, aquel secuestro, aquella perdida de partes de la secuencia lógica de desplazamiento de un objeto en tiempo y espacio real, indican que algo esta muy mal. Serán los síntomas de la vida digital posmoderna. Hay saltos de tiempo y espacio, quién soy, de donde vengo, me hallo perdido, no comprendo aquel mundo real-irreal.

Camino desnudo por el pasillo que conduce al baño, eso no es extraño, lo extraño es si el pasillo de la que creías tu casa esta lleno de gente rara y además de todo descubres que no estas en casa sino en un hospital y padeces de un mal incurable.

V. Mad
©

domingo, 12 de julio de 2009

TrOnQuitOs FlOtanDO



A Carolina,
que es Stairway y Angie juntas.



Ring, ring.

Sonaba el teléfono en aquel día grisáceo. Un hola, una sonrisa, un cosquilleo, un viaje a las Stonehenge ida y regreso, una paleta de colores que cambiaba por completo del azul al violeta y por último al rojo. Rojo intenso que iluminaba el cielo. Luces, luces de colores relampagueantes en la ventana discoidal de mi alma, con sabor un poco a vino, un poco a uva pasa. Era un comienzo, sin embargo la unión de nuestras palabras y acciones era inútil, no había esperanzas en aquellos días lluviosos del ‘98 en los que no eran gotas de lluvia, sino ilusiones las que nutrían el alcantarillado citadino.

Ana no confiaba en mí, no confiaba en nadie. Su experiencia con algún Dragón Traga doncellas le había enseñado que las sonrisas en ocasiones destrozaban ilusiones. Ella lo vivió cuando aquel personaje pintoresco le regaló girasoles azules, la luna y todas las estrellas fluorescentes del espacio sideral que aún conservaba de sus cereales Kellogg’s. Y no sé que otros objetos inútiles que en realidad para su corta edad no tenía donde guardar, sólo uno que luego de nueve meses del “suerte nena no me busques” pudo colocar en una cunita junto a sus muñecas. Ilusión pisoteada que ya nadie podía volver a cambiar, porque siempre que palabras como “mucho gusto quiero conocerte” fueran pronunciadas por algún individuo, aparecerían de inmediato otras algo exageradas como “otro farsante que quiere conocer el vértice de mi ángulo obtuso” y todo se jodería.
La geometría es sinónimo de problemas pero ya todo esta superado, Ana ha aceptado mi invitación a salir.

Entre hombres siempre hablamos de nenas, de vaginas, de tetas, de sangre espesa depurando nuestras papilas, ¿pero alguna vez hablamos de almas? ¿De almas rojizas olor a cielo de venado que en determinadas circunstancias queremos que desaparezcan para que nunca más ese sufrimiento de ausencia destroce nuestros corazones? Sí, en ocasiones lo hacemos.
Ana es una joven especial, tiene tal grado de ternura que la piedra más férrea no se le resistiría. Y su hijo Mateo, retoño de la dulzura, de los besos, de los abrazos, de las caricias, retoño del amor, de la ilusión de “vivamos juntos y no nos separemos nunca”, la heredo. Eso de ser madre cambia la perspectiva, no sólo se advierte un cuerpo, ahora se advierte un alma rojiza olor a cielo de venado que en determinadas circunstancias quiero que desaparezca para que nunca más ese sufrimiento de ausencia me destroce. Ana, anA, por cualquier lado se lee tu nombre.

Mis amigos de clase Felipe, Jobst Viertel y yo Damián Quintero preparábamos una salida con las pocas chicas que conocíamos. Todo marchaba de acuerdo al plan, claro no faltaban los inconvenientes de último minuto. Patricia la amiga de Jobst no quiso salir ese día, era una chica demasiado solicitada. Mi vecina “Soho”, como le decíamos de cariño, ni modo, tampoco no quiso salir. Que situación tan deshonrosa, pero dolorosamente era real. Ya nuestros planes se veían caer por el lodo, todo tan bien planeado con tan buenas intensiones pero total fracaso. Por eso ahora digo que lo mejor es improvisar por el camino, así pues, si no sale nada, nada se pierde.
Todo tristeza, depresión, impotencia; de la cual el viagra no podía curar. Ojos de soledad en el cielo pero Felipe con tan buena memoria se acordó de su prima que por esos días visitaba la ciudad. -¡Invitémosla!- Fue la única palabra que de momento se me vino a la cabeza. Ya las ilusiones volvían a nuestras frustradas almas, Ana mi amiga, la prima de Felipe y faltaba una para completar el grupo. No queríamos ir en parejas ni mucho menos pero era más conveniente tres para tres.
Llegaba la hora de la verdad. -¿Buenas noches puedo hablar con…?- Carolina era el nombre de la prima de Felipe. Ese nombre de ocho letras y cuatro vocales perfectamente ordenadas aristotélicamente. La “a” en el inicio haciendo la presentación. La “o” en el medio desarrollando la historia. La “i” en el punto máximo o clímax. Y de nuevo la “a” cerrando suavemente en el final pero con un nuevo sentido. Es decir, modificado. Como ella que se presenta, se desarrolla hasta la cumbre y al final ya no es la misma del comienzo, sino que es una “a” que se queda allí. Allí en la única parte imborrable que existe, que ni siquiera los libros pueden guardar por temor a que el tiempo la desvanezca, hasta el punto de hacerla ilegible. Y es allí, en el alma, donde esa “a” se incrusta y florece.

Felipe se acordó que ella tenía otras dos primas. -¡Cómo así Felipe, no cabemos todos en los autos!, y ¿cómo están las primas?- Esa pregunta debía ir antes, tenía prioridad. Ahora si la sonrisa de satisfacción de los tres destellaba sobre las paredes del cuarto.
Mi tío Julio Mario me prestó el carro esa noche. Felipe también tenía auto así que íbamos bien, sin problemas de gasolina. -Buenas noches, deseo ver a Mónica Ospina… Felipe, Felipe Quijano.

Carolina se estaba quedando en un séptimo piso del edificio Bon Jour, estaba visitando a Mónica su prima paterna más querida. Jobst Viertel y yo Damián estábamos en el carro cuando de repente las vimos bajar. -¡Mire, mire! y no las queríamos invitar. Mucho gusto, que más, etc., etc.
Seguimos a recoger a Ana y tarde que llegamos por causa del tráfico nocturno. Ya casi se iba, estaba con una mujer que me miro de pies a cabeza, parecía ya mayor; como de cuarto de siglo. Aquella mujer sonreía guasonamente. Yo me miraba a ver si traía la cremallera abierta, o si pasaba algo con mi ropa, no combinaba o cual era la mierda. Era una actitud clarividente, - este que con Ana?. Yo pues, no sabía que hacer, deje la sonrisa diplomática haciéndome el desentendido hasta que el ascensor se detuvo, la estúpida continuaba con su pucherito cretino. Mi amiga Ana pregunto si podíamos pedir un taxi. –Venimos en auto, contesté. La mujer inmediatamente cambio la actitud al punto que pidió el favor que le lleváramos a su casa. ¡Que actitud! si en realidad estuviera cortejando a Ana, me hubiera hecho quedar en ridículo.
Después de muchas canciones llegamos al lugar, parqueé todo bien, como si fuera experto. El lugar estaba lleno, una nena que vi, divina, pero claro, con su llavero al lado con cara de perro gruñón que vigila su hueso para que no se lo lleven. Yo pues todo feliz, había salido todo a la perfección. Pero se van a sentar y raro pues, las viejas a un lado y los manes al otro, como de colegio. Yo que no quería ser “el rompe hielos” me senté al lado de Jobst.
-Buenas noches. ¿Qué desean tomar? -¡Cerveza para mi!- Dije. Y una mirada de censura como que me dejó pensando. -¡Ah, pero que tiene! Con una nadie se emborracha.- Me decía yo. Ellas sí cafecito, hasta full. Pero mi cervecita si no la cambio, y menos cuando de rumba se trata.
El ambiente estaba como frío, uno que otro comentario estúpido para entrar en calor, pero la ubicación como que lo impedía. Contra la pared estaba yo, luego J. Viertel, Carolina sí quedó bien, Felipe Quijano, Ana quedó como entre la selva, sin conocer a nadie, Mónica, y por último estaba Catalina. Toda la noche, o bueno lo poco que estuvimos, me pareció que estaba como aburridora la cosa. Sin tema. Algunas no hablaban, o sólo lo necesario como para no dormirse o más bien de pena. No sé, esperaba más de la noche. Con la única que recuerdo que hable más o menos, fue con Carolina, ¡y eso! Pues parecía también como molesta. Y con Ana hasta pena me dio, pues me miraba como aburrida, pero ni modo de gritarle de extremo a extremo, o hacerle la charla aparte. Felipe estaba como callado. Pero a Jobst Viertel, a ese sí no lo callaba nadie. Era el centro de atención. Luego el lugar quedó desierto, todos iban a ver la película y hasta el fuego de la chimenea se llevaron. La música pasaba tan desapercibida, que ni me acuerdo si era un vallenato, o un rocksito lo que sonaba. Con el pasar de los minutos y de la aburridora velada, el frío comenzó a hacer estragos. Catalina sólo se frotaba los bracitos. Mónica si mal no recuerdo también y eso significaba: ¡hasta aquí llegamos!

Algunas miradas de sueño reafirmaban los diferentes lenguajes corporales. Que triste noche. Por eso repito, es mejor no planear las cosas, ya que cuando uno espera demasiado y no llega en su totalidad, la frustración comienza a actuar como el oxido en el metal.
Esa noche las fuimos a dejar y chao. La despedida no fue muy cariñosa, sentí pena y culpabilidad por tan mala velada. ¡Cagada! así es la vida, a veces se puede, a veces no.
-No la voy a volver a ver.- Me decía mientras manejaba hacia mi casa.


Las Reglas del Juego

Días después la volví a ver, pero siempre me pareció como seria. Y un comentario, refiriéndose a que sólo salía con manes de 1.80 metros para arriba, me dejó como frío. Porque no soy alto. Es que ni los zapatos me ayudan, ¡qué falla! Luego no conversamos más de dos o tres frases:

-¿Ah, en Cali tienes un perro Siberiano? ¡Qué nota Carolina!, ¿y cómo se llama?

Y bla bla bla. Sin poder decirle nada. No pues, eso si que no. Una vieja me puede gustar mucho, pero de ahí, a decirle algo, difícil. Y peor aún, si ni siquiera le caigo bien. Eso sería suicidarse, y no es que no lo haya intentado antes, pero, de esa forma sería peor para mí. Pues morir en vida, no creo que sea agradable. Siempre me pregunto, por qué me gustan las que ni el saludo me dan, ¿será gusto por el dolor, por el sufrimiento? ¿Sadomasoquismo acaso? ¡Qué falla! Pero siendo razonable, si fuera diferente, no sería interesante. Si la miro, me mira, me le acerco, le cojo la manito, se la mimo, la beso, ella me besa, me acaricia y yo la acaricio, etc., etc. ¿’tonces más adelante qué? No habría obstáculos. Sería muy fácil. Claro, es decir que los juegos del amor son pues necesarios, por no decir que indispensables. ¡Que felicidad! O sea que no he buscado mal, simplemente me he dejado vencer muy pronto. Ahora sí, con todo. A este tigre no lo para nadie. ¡Qué vengan pues las que quieran, que pa’ todas hay! Ya conozco las reglas y así sí nadie me engaña.


¡Yo quiero jugar!

Volvimos a salir. Esta vez a Kinky Bar. La veo y me gusta mucho. Pero no le caigo bien. Oigo que le dice a Mónica, que me pregunte sobre Ana.

-Y Ana qué, ¿has hablado con ella?

-No, pues no.- Le contesto yo.

No entiendo para quien va la información. Seguro no es para Carolina. ¡Pero si me sé las reglas! Lo que pasa es que no me dejan jugar, por eso es que no avanzo. ¿Pero qué hago? ¡Yo quiero jugar!
Ni modo, ese juego del amor no es pa’ tanta gente. Tocará esperar a que se retire alguien, y haya cupo.
Yo la miro, pero nuestras miradas nunca se encuentran. Por más que les doy las coordenadas, a su destino final, nada que llegan.
¡Qué estúpido soy! Todo esta en mi cabeza siempre. Todo es parte de mi imaginación. Esas cosas sólo se ven en las películas. Por eso quiero hacer películas, para que mis sueños, por lo menos se vean realizados en un negativo de 35 milímetros. Mi única realidad es la soledad. Pero no sería tan hostil, si por lo menos tuviera unas ideitas, piernitas y caderitas agradables.

-¿Será que es mucho pedir?

Vuelvo y la miro. Tampoco quiero que se dé cuenta, ya que de ser así, me rechazaría con más ganas. Para hacerme sufrir. Y ese privilegio, si no se lo doy a nadie, primero muerto que humillado. Si ni siquiera se ríe cuando yo le hablo, total indiferencia. ¿Qué sería mejor? El odio desbordado o ésta nulidad. Pues relativamente el odio, pero hace más daño si se profundiza en él. La indiferencia, por lo menos puede ser desapercibida, si uno igual le es indiferente. Pero ella no me es indiferente.

-¿Por qué es tan difícil decir te quiero?

Es algo humano, y ya que errar es cosa de humanos, pues estaría bien hacerlo. Pero ni que fuera extraterrestre, ¡es que no me sale! Es como el seguro de una pistola, por más que uno este en una emergencia y necesite disparar, si no se sabe quitar el seguro, pues ni modo. Intento fallido. Y más bien se expone uno, a que lo hieran por alzado. ¿Dónde estará mi seguro? Yo he buscado miles de veces, pero nada. Y lo peor es que en las instrucciones de uso, no aparece la ubicación. Y a todas estas que la garantía ya se venció.

-¡Será intentar empíricamente!

Espero no tarde mucho en descubrir el seguro. De lo contrario, el único seguro que voy a necesitar, será el medico. Aunque existe una posibilidad muy lejana. Pero cuando de esperanzas se trata, por más lejos que estén, son validas. Encontrar una vieja que me diga donde esta el seguro o que me lo quite, sin preguntar. Para así poderle volar el corazón y los sesos, en mil pedazos. Que el único que se los pueda reconstruir sea yo y sólo yo.

-¿O será acaso egotista de mi parte? Pero es la única forma, o por lo menos la que he visto en las películas.

En fin sólo sueños. Sólo se que te quiero y aunque nunca lo sepas, no importa, por lo menos en eso el amor si es grande y se puede querer a quien sea, sin importar si el otro lo permite o no.

-Carolina te quiero, ya que te amo es una frase difícil y aún desconocida para mi pequeño léxico.


Piernitas

Una salida a un tal W.C. Bar, me confirmó mi terrible duda. Ella me odiaba. No había nada que hacer. Me odiaba, si que me odiaba. En sus ojos se veía cierto rencor rojo, ¿pero por qué? Tan sólo había tratado de portarme bien. ¿Será, que ella es otra víctima de los que pintan maripositas y luego suerte?
Esa noche soñé que los aborrecía con toda mi alma, y que la maldición de Godatra caía sobre todos ellos y sobre todos sus congéneres. ¡Fue repugnante! Y, lo peor, fue verlos escogiendo a sus mártires que por lo general eran las mejores de la manada. Mis lagrimas caían sobre ellas. Habían de todas razas y colores. Piernitas por aquí y por allá. ¡Qué lástima tanto desperdicio! Busqué entre los restos a ver si la veía. Esperaba que así no fuera, pero, siempre hay un pero. Allí estaba, o bueno lo que de ella quedaba. Rosadita, perfecta, sabía que era de ella y me aferre como un niño que no quiere quedarse en ese lugar feo y lleno de miles de niños que también hacen lo mismo. Todos agarrados a las piernas de sus madres, como si allí pertenecieran y de allí jamás quisieran salir. Con un temor espantoso, y algunas gotas de sudor frío bajando por sus rostros pálidos como la leche descremada de alta digestibilidad Alpina. Yo me aferraba, me aferraba más y más, y fue allí cuando esa espeluznante sirena me desconcertó, pues era yo y las plumas sintéticas volando alrededor del ambiente turbio y de la que yo pensaba era una sirena resulto ser mi TV en las noticias de la mañana que suele prenderse como a eso de las nueve, pues madrugar en vacaciones no me... ,es decir, le tengo fobia.

P entonces Q = Tristeza

Estábamos ahí, dos jarras de cerveza y un silencio abismal. De esos que asustan a cualquiera, y eso que yo soy macho. Es como cuando en las películas de terror, el director de sonido deja un espacio en silencio para anticipar algo espantoso, terrible, algo de lo cual no sabemos si podamos resistir.
Pues no lo pude resistir. Fue una premonición, yo lo sabía y sí que lo sabía. En eso sí nunca me equivoco, pues, ¡era lo que yo pensaba! Ella me odiaba, y lo peor fue, que las ciencias exactas me lo confirmaban. Era el ejemplo más simple de lógica. ¡Eso me pareció a mí! Yo en la aburridora clase de lógica, con esa profesora antipática, que el primer día de clase sólo se presento y ya. Fue una presentación fría, sin sentimiento, alienígena me pareció. Hasta ni me acuerdo de cual era su nombre, debía ser uno de esos nombres, que cuando uno los pronuncia no significan absolutamente nada, como llamarse “m” (m, no eme, aclaro) o “s”. El primer ejemplo que copio en el tablero fue:

-Si yo odio a los negros y... ¿Cómo se llama usted?

El negro como le decíamos de cariño, tímidamente respondió:

-José.

-Y José es negro, ¿entonces...

La sapa de María Camila Serna Figueroa, levantó la mano diciendo con aprobación de la profe’:

-Yo odio a José.

-¡Correcto!- Sonrió la profe’.

Y de ahí en adelante, jamás pasó ningún parcial. Por eso sería que luego se le dedico de lleno a las drogas y a la vida de la calle. ¡Pobre Negro!

Carolina comenzó a preguntarnos el signo zodiacal a cada uno, primero a Jobst Viertel, luego a Felipe y por ultimo el mío.

-Escorpión- Y agache la cabeza.

-¿Cómo? Uy yo odio a los escorpiones, son terribles, traicioneros, rencorosos y... no sé que más cualidades mencionó. Pero entendí, y me acorde del ejemplo del Negro José, amigo negro José.

P: Ella odia a los escorpión.
Q: Yo soy escorpión.
P entonces Q = Mmmmm!

Sin ser Einstein, pues, no tenía causa romper las leyes de la lógica. Ella me odiaba, si que me odiaba.


Arco Iris

-¿Una fiesta de tu colegio? Pues bueno, full.

Fiesta Prom´ 98 del C.B.G.V, claro que a escondidas, pues en este colegio están prohibidas todas esas cosas. Si pues, la chaqueta con el logo de la promoción, la excursión que casi siempre es a una playa y mucho mejor si es en el exterior y donde además la mayoría de las chicas dejan algo suyo hundido en las profundas aguas del mar Caribe. El Fashion que desfile más harto, puras viejas que ni desfilar saben, y con unas cuantas capas de pañete en la cara, ¿será que son estudiantes en remodelación? ¡Qué falla! Pues sí debe ser, como ahora las moldean pa’ entrar a la universidad. Que cosa más fea. Es como comerse un aguacate madurado a punta de papel periódico, se ve muy bonito por fuera, todo verde. Pero digo es verde maduro, ya que un buen conocedor de aguacates sabe cual es el verde maduro y no el verde-verde. En fin. No tienen sabor, insipidez absoluta, ¿me entienden?

-¡Ah! ¿En Guacamayas Music Hall? Digo..., que muy rico Paola. Nos vemos pues allá.- Mua, mua.

Ella es Paola Díaz una lindura que había conocido en el gimnasio, sí, allá mismo en Santa Barbara, en el Greatest Heart’s Gym o algo así.
Yo que llego y claro, la bicicleta ocupada como siempre, ¡qué pereza! Será escuchar musiquita de la buena. Bueno pues no es que el resto de la música sea mala, pero para mí, la musiquita buena es ciento por ciento rocksito.

-¡Ah se acabaron las pilas! ¡Qué mierda! Perdón, ¿ya terminaste?
Creo que esa sonrisita de niña tímida, o más bien de niña viva a la cual le pareció de todo un retardado esa pregunta obvia, dice que sí. Y es que no es para más. No hace falta el que ve que alguien se cae, como le ocurrió a Christian, que se cayó bajando de la loma de los Cerezos, un día nublado, en su bicicleta Bmx, y una vieja paisa le pregunta:

-¿Te caíste?

-... Bla, bla, bla.

Ni para que les cuento lo que le respondió, después de ese susto tan tenaz, y con la cara toda ensangrentada. Bueno, bueno, les voy a contar pero no se me enojen.

- Hijueputa vida, no me caí, me tire contra el pavimento pa’ ver si estaba hecho con buenos materiales, pues como en este país de mierda los políticos se roban toda la puta plata. Y sí, no hace falta que me lo pregunte, comprobé que aquí en estas calles antioqueñas las calles se hacen con los mejores materiales del mundo, ¿o no ve cómo me dejó la hijueputa cara?

Eso fue más o menos lo que le contesto, pues claro, un poco adornado por el lenguaje literario, pero esa es la idea.

¿Qué iba de más mi pregunta? ¡Pues sí! Me senté en la bicicleta, ajuste la resistencia, cronometro en ceros y ande pues. El walkman me lo deje, como pa’ despistar y también como pa’ que nadie me jodiera en mi tristeza. Sí, es que también no hace falta la que se le hace al lado a uno y empieza a contarle su vida.

-Y que si supieras lo que me pasó en el salón de belleza.

-¡Ay pues terrible!- Me digo yo hacia adentro.

-Si me cortaron dos dedos de más. Ese estilista siempre me hace lo que se le da la gana y no sé porque sigo yendo, porque bien caro sí es. ¡No ves que es famoso el tal Norberto!

Y a mí que, tengo mejores cosas para hacer que estarme preocupando por su estilista.

-¿Cómo te llamas?

Yo me hago el sordo pues para hacer bien el teatro, muevo el volumen supuestamente pa’ bajarle.

-¿Cómo?- Digo sin interés.

-¿Qué cómo te llamas?

-¡Ah! Damián , ¿y tu?

-Pao, Pao Díaz.

No sé, me cayó bien de una, y no es que estuviera rebuena, sino que esa forma tan sutil y tan espontánea de conocer a alguien, que tal, con un sólo cómo te llamas. Tan fácil me pareció, que decidí luego ponerlo en mi repertorio. A los pocos días éramos los mejores amigos, y vean lo que me escribió:

“¡Hola Quinterito!
¿Cómo estas? Espero que muy bien, sólo te escribo para decirte que creo haber encontrado el principio del ARCOIRIS. Pienso que el principio de éste maravilloso fenómeno ilusorio, no ha sido un dilema nunca, sino los que no se han puesto a pensar en esto, no van a poder encontrar, para mí el ARCOIRIS. Empieza aquí dentro de cada uno, en los destellos de luz que emiten nuestros ojos y nuestra boca al sonreír y al estar felices, sentimiento que se encuentra sólo en aquellos que han creído estar en paz con ellos mismos y que son capaces de transmitir amor a sus semejantes alguna vez en su vida. Cuando nosotros decimos que estamos observando el principio del ARCOIRIS, es porque nosotros estamos seguros de nuestra belleza interior, la cual podíamos, podemos y podremos transmitir a todas las personas.
Por otro lado yo creo que tú puedes ver el ARCOIRIS ahora, en el momento que creas en ti y quieras estar en él para tranquilizarte y encontrarte a ti mismo.

PD: Recuerda que en ti hay un gran arco iris

ATT: Pao Díaz.”

Y luego de severa carta que, pues me volvió la alegría. Yo todo deprimido por mi terminada con Angelita. Pero ese día comprobé la existencia de los ángeles. Y con eso soñé toda la noche. Yo volando por el arco iris como los Ositos Cariñositos. No me hacia falta nada, era yo y mi arco iris.


Traga-doncellas

Ese día de la fiesta del C.B.G.V me entregaron el carro del concesionario. Como una vieja bruta me había chocado saliendo de un almacén, luego de llevar a mi abuelita a cambiar un electrodoméstico que había comprado, y al coger la autopista hacia el norte, yo parado, ¡pero estático digo! Pues esperando para votarme, como vienen los carros a toda, y si uno sale así de una, se lo llevan y hasta de gratis sin pagar pasaje. Quietico y no en la curva. Pa’ que vean que la culpa no fue mía. ¡Y crash! Si yo no freno el carro, nos hubiera botado contra la autopista, y ahí si no estaría contándoles todo esto. Se llamaba Carolina y tenia como 26 años, iba en un Lada Samara. Mi carrito afortunadamente pa’ el golpe tan tenaz, no le paso casi nada. Tan sólo se le maltrato un poco el bomper, pero el chistecito le costó a la pelada como setecientos cincuenta mil pesos moneda corriente y su carro vuelto picha. Se le quebraron las luces, la persiana quedó vuelta mier’, no mentiras no quedó nada. Y lo peor fue en el momento del impacto, severa zarandeada que se pegó mi abuela, y eso que iba con cinturón y todo, porque yo siempre que salgo me lo pongo y si voy acompañado les obligo a todos a que se lo coloquen. No porque sea bruto pa’ manejar, sino que uno nunca sabe cuando viene por ahí una vieja histérica que lo ve a uno todo noblecito y con cara de niño lindo y se lo bota. Pero ese no es el cuento, volvamos al choque. Todo que se mueve alrededor, el sonido brutal de un carro que se golpea a una velocidad de 60 kilómetros por hora con uno que esta totalmente quieto, estático (el mío, bueno de mi tío.) Los vidrios que se oyen caer y mi abuelita me pregunta asustada que quien tuvo la culpa. En otra ocasión le hubiera contestado, que el tubo tuvo la culpa, como en la propaganda de tubos PVC. Pero nada, es más que obvio que ella tuvo la culpa. Yo me baje rápido, nada asustado, con la conciencia tranquila de no haber cometido ninguna bestialidad. Totalmente lo contrario a la que después se presentó como Carolina Turbai.

-¿Qui’ubo pues? ¿Qué le pasó? ¿Se le fueron las luces?

Ella pálida, y eso que se le notaba porque era muy blanca, como el papel higiénico Familia 2 en 1.

-No, fresco, arreglemos. Vamos a mi casa que mi papá conoce de carros.

Yo que le iba a decir, pues que sí. Pero ella debió arrepentirse por el resto de sus días, ya que su papito tan lindo, que sabia tanto de carros, le metió un tubo de escape caliente, y pues que se sepa ella nunca le pudo dar un nietecito al Pápi que hasta presidente fue.
Ya brilladito, pues a mi tío, si le gusta tenerlo como una uva. No me dijo nada. Pero luego cuando operaron a las esposa de mi tío y me tocaba recogerla y llevarla, más nerviosa pa’ donde. Y con toda razón, pero que culpa si fue la hija estéril e histérica de Turbai que dizque sabe de carros, porque de política, poco, pues al país lo dejó fue vuelto mierda, una física y total plasta de mierda, pero no boñiga que al menos es de las vaquitas y en donde los champiñones psicodélicos se divierten con sus olores, es decir hasta empleos genera. Más espantosa y atormentante es la plasta que dejó, su fétido olor, color y sabor (pues los que saben de eso, porque yo sí no la probé.) Es repugnante, asquea hasta al más fuerte de los que de eso saben.

Salí creído estrenando bomper trasero, lavada completa del tapizado y del motor, polichado con teflon y toda la vaina. Eso hasta miedo me daba que con una mirada me lo fueran a rayar. El sol no sabia para donde alumbrar pues por donde se hiciera se encandilaba con mi esplendoroso León Francés 766 Sedan cuatro puertas, mil ochocientos centímetros cúbicos, etc., etc.(Bueno mío no, sino de mi tío).
Listo y todo, recogí a Felipe y a Jobst Viertel. Nos fuimos para donde su prima. Felipe le estaba echando los perros a Mica, a Mónica pa’ que me entiendan, pero me gusta más Mica. No sé, siempre me han gustado más los sobrenombres. Tienen más personalidad que las mismas personas, eso creo.

-Buenas noches, para donde Mica.- Y toda la carreta de siempre.

-Sí, un momento caballero.- Bla, bla, bla.

-Señor, que las esperen, que ya bajan.

Uy tan elegante el portero, estuvo como decente, dizque caballero y toda la vaina. Sólo esperaba que bajara Carolina, me la imaginaba de una y otra forma, de vestido de doncella, y yo con mi armadura toda en plata, mi corcel blanco y mi fuerte espada lista a cualquier dragón traga-doncellas y más si de ella se trataba. Pues los traga-doncellas abundan en este reino del norte. Imponentes con sus alas desplegadas sobrevuelan la presa, la observan una y otra vez, y ya cuando están seguros, se dejan caer en picada con sus garras mentirosas y cru, cru, cru. Envolviéndolas la devoran, luego de dos o tres mordiscos saciando su apetito carnal, dejan caer el cuerpo inerte, perdido, sin alma. Y ellas nunca más creerán en los caballeros como yo, por eso estoy aquí listo a defenderla con mi armadura toda en plata, mi corcel blanco y mi fuerte espada, si es necesario hasta la muerte o más allá.

Nada que he podido decirle que la quiero, insisto en que es exageradamente difícil, ¡qué va! Tanta pensadera me tiene como loco. Esa energía la debería descargar en algo más provechoso, no sé, pues escribir puede ser interesante y al mismo tiempo relajante o ¿qué me aconsejan? No que va, eso si que no, que un clavo saca otro clavo no me suena. Y que tal que el clavo pierda la punta y se quede allí también, con dos clavos adentro quedaría como adherido al suelo, sin nada de visibilidad, tan sólo viendo la tormenta aproximarse. Ese círculo de furia gris, que cada vez gira más y más rápido... Déjenme continuar pues. La adoro como a todo y como a nada. ¡Ya no sé ni lo que digo ésta nocheeeeeeeeeeee.......... Zzzzzzzzz!


Esperanzas Ahogadas en Amarillo

-¡Qué fiesta tan bacana!- Se escuchaba de uno y otro lugar.

Todos bailando de lo mejor, en sus rostros esa sonrisa característica de los que se divierten por todo. Pasito por aquí y por allá, no se porque mi familia no me enseñó eso de pequeño, y ahora ya más grandecito, me ha tocado es aprender a la brava. Además uno ya todo tieso no es igual. A cada rato me miraba, Tata, tara, tara, tata. Pao como se movía. pero yo no le paraba bolas. Yo ahí moviéndome con Pilar, pero medio desilusionado, no tenía cabeza para mirarla. Sólo me acordaba cuando le contaba al Dr. German Puerta Baptiste, Psiquiatra general e infantil como dice en su tarjeta, sobre una pelada que me tenía volando, que se llama Pilar, pero que lo malo era que no tenía teléfono, y además que vivía en Cota. Que se parecía a Sandra Bullock la protagonista de SPEED y que le gustaba el cine, y que había jugado Dungeons & Dragons, y que le gustaban las novelas policíacas y de terror. Y con la cual bailé rebien. Y como es la vida fue días antes de irme para Cuba. Y ahora que estoy de regreso, la vuelvo a ver en el mismo lugar y en una fiesta del mismo colegio, y eso que la vaga ya no estudia allí.
Estaba desilusionado, a pesar de la alegría que me daba verla y yo sé que ella sentía lo mismo, de eso si estoy completamente seguro. Pilar sonreía y una luz como que me iluminaba, sus ojos alegres saltaban como cuando los perros rebosan de alegría. Pero ella se debió dar cuenta de mi desilusión, si hubiera tenido un espejo enfrente seguro me hubiera asustado mi expresión. Ella pues, no sé, digamos que desmejoro, así pa’ no irnos de guaches. Dos canciones de merengue y luego una de salsa, ella me dijo que ya regresaba, que la esperara, pero yo sé que se dio cuenta. ¡Qué falla!
Enfrente de mí, a lo lejos, Jobst Viertel, Carolina, Felipe, Mica, Camilo y a ratos pasaba Juan el hermano de Felipe. Ese si que disfruta del baile, da gusto verlo bailar Tata, tara, tara, tata (Bis). Yo que me voy acercando y cambian la música, ahora Disco y Rocksito a la lata, por lo menos ahí sí es sin pareja y baila uno en su grupito. Carolina como seria, pero pues eso no es raro en ella y más si odia a los escorpiones. Traté de no mirarla, ¡pero que va! No pude, mis ojos se desviaban a cada rato, era como cuando uno en el colegio hacia experimentos en el laboratorio y el profesor pasaba por cada grupo dando los materiales. Nos daba, no sé como se llama, como un aserrín de hierro en un tubo de ensayo y aparte un imán de esos larguitos es decir como una pequeña barra de dos colores, un lado rojo y el otro negro. Cuando colocábamos el imán por el lado negro repelía el hierro, era imposible juntarlos por más que uno intentara e intentara. Era como si uno fuera escorpión y el otro Leo.
Después de la brincadera colocaron de nuevo merenguito y no sé, creo que bailé con Mica. Pilar en el mismo lugar donde me había dejado, yo la miraba y ella me miraba pero no la comprendía, era como una mirada de por qué no me esperaste o de mira llegue con otro y me importas un culo. Las miradas continuaron por un buen rato hasta que se colocaron una salsita y me le lance en voladora a Carolina. Que cómo es que era el pasito, que me enseñara. Mira un, dos, un, dos. Ella pues le tocó, ¡ni modo de decirme que no!

-¿Así?- Le pregunte.

-¡Aja!- Susurro. Luego como que -¿Nos sentamos?

-Claro, que se le va ha hacer. Dos desilusiones en una noche, ¡qué frustrante!- Me decía por dentro.

Subí a la barra y me compré una cervecita. Sólo me quedaba mirar desde allí como se divertían. A Paola Díaz no le ganaba nadie, bailaba una y otra pieza sin parar, era incansable. Pero yo estaba solo allí, era mi cerveza y yo, éramos el uno para el otro. Ella fría y burbujeante, y yo agotado y sudoroso. Esperanzas ahogadas en amarillo. Verdes ahogadas en cerveza. Pero el verde y el amarillo no dan negro, sino un color puro y muy llamativo, el color lima.


RadioCreep

Él, desalmado, inhumano, despiadado y cruel. Sin piedad, como si los sentimientos no le importaran, sigue andando, corriendo, volando, sin que lo podamos detener. Tiempo, pérfido tiempo.
Dos días quedaban y yo en la bella Villa de Leyva con Felipe y Jobst Viertel. Había que planear la despedida. Ella a pesar de todo me parecía muy linda y tierna. Más tristes pa’ donde. Felipe extrañando a Mica, no hacia sino hablar de ella. Jobst Viertel hablando de Carolina, me la recordaba a cada rato. ¡Y bueno de Juanita ni que hablar! Era toda una leyenda en el grupo. Pero d’eso les cuento luego.
Tomábamos cerveza en un parque, mientras sonaban Los RADIOHEAD mezclados con ¡pásela!, ¡uy!, ¡uy!, ¡qué toque toque!, ¡pilas con eso!, ¡no sea rabón!, ¡juegue limpio!, ¡ah!, ¡ah!, ¡qué le pasa hijo d’!, ¡goooool!, ¡eso fue palo!, ¡dejen dormir vagabundos!
Las estrellas por doquier, la Luna arrullando nuestras penas y el amarillo llenando nuestras almas. De repente las notas que vibran, y la piel que se va volviendo más y más sensible, como la luz en los ojos después de una noche terrible. Era como si esa canción la hubieran escrito para ti y para mí. Y para muchos como nosotros.

Cuando estuviste aquí antes, no pude mirarte a los ojos, eres como un ángel. -Me daba vueltas la cabeza mientras me introducía en las notas, era yo y mis pensamientos.-

“when you were here before, couldn't look you in the eye, you're just like an angel”

Tu piel me hace llorar. Tu como una pluma flotas en un mundo bello. Desearía ser especial. Tú eres tan putamente especial. -Me repetía por dentro.-

“Your skin makes me cry, you float like a feather in a beautiful world. I wish I was special, you're so fucking special ”

Pero un gusano es lo que soy. -Eso es, un vil gusano, decía yo.- Soy un extraño. ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? Yo a este lugar no pertenezco. No me importa si me lastimas. Yo quiero tener el control quiero.

“But I'm a creep, I’m a weirdo, what the hell am I doing here? I don't belong here. I don't care if it hurts, I want to have control ~ ”W

Yo quiero un cuerpo perfecto, yo quiero un alma perfecta. Yo quiero que notes mi ausencia. Tú eres tan putamente especial. Yo desearía ser especial, pero un gusano es lo que soy.

I want aX“ perfect body ~ I want a perfect soul ~ I want you to notice when I'm not around ~ you're so fucking special ~ I wish I was special ~ but I'm Wa creep ~

Soy un extraño. ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? Yo a este lugar no pertenezco. Ella está alejándose de nuevo. Ella esta alejándose. Ella corre, corre, corre. –Y no quiero que se vaya.-

X“ I'm a weirdo ~ what the hell am I doing here ~ I don't belong here ~ ”Wshe's running out again ~ she's running out ~ she runs runs runs ~

Lo que sea que te haga feliz, lo que sea que quieras. Tú eres tan putamente especial. Desearía ser especial, pero un gusano es lo que soy. Soy un extraño. ¿Qué diablos estoy haciendo aquí? Yo a este lugar no pertenezco. Yo a éste lugar no pertenezco.

whatever makesX“ you happy ~ whatever you want ~ you're so fucking special ~ I wish I was special ~ but I'm a creep, I'm a weirdo ~ what the hell am I doing ”W here? ~ I don't belong here ~ I don't belong here ~

El silencio abismal nos inundo de nuevo. Fue la noche en la que debimos estar todos juntos.
Mírame en azul, blanco y verde, pero nunca en colores opacos. Eso decía yo esa noche, después de habernos tomado una caja de cervezas, una botella entera de Ron Habana Club Siete Años y de haber hablado mucho sobre la vida.
Esa botella significó mucho para nosotros. Por eso como recuerdo se la dimos el día de su despedida, al igual que un poema que escribió Jobst Viertel, claro, eso sí especialmente para ella, nada de copias piratas.
All Rights Reserved And Unauthorized Duplication Is A Violation Of Applicable Laws. Manufactured By Jobst Viertel Inc. Printed in Chipchombia. (Como dicen los de la Tele: Martín y Santiago).


Desilusión

Fue allí cuando salió.

-Mira esto es para ti.

En su rostro y pupilas se contemplaba:

-¿Para mí?, ¿Pero cómo así?, ¡No jodan! ¡Vuélvanse serios!
Que abrazote les dio a Viertel y a Felipe. Pero como así, yo también participe. Me merezco por lo menos unas gracias. Fue como cuando un Diciembre entero, me la pase pensando en el regalo para Angelita. ¡Sí, mi ex-novia, pero no me la monten! De sol a sol pensando y pensando. Es tan fácil salir a una tienda y comprar cualquier regalo, pero yo no quiero cualquier regalo, tiene que ser algo muy especial, como ella. Un poema. ¡Eso es! Y más me demore en sacar la pluma, que las ideas en venir a mi cabeza. Escriba y escriba, y tache, y borre. Y vuelva a escribir. Ordene aquí y allá. Que rime. Que suene bonito, como ella.

Amada mía

Fue lo que apareció, y me sonó lindo. Como en el Medioevo. La segunda frase fue:

Preciosa mía.

Y luego.

Te recuerdo en cada momento de mi vida.

Pero tenia que desquitarme de alguna forma de mi suegrita, y fue allí cuando introduje la tinta sobre la herida, para así poder sanarla. No podía dejar que mi Angelita se derrumbara a cada paso de nuestro noviazgo. Tenía que darle valor, apoyarla en lo que fuera. No me salió ni mal.

Y sabes qué... Olvida
todo aquel que sobre nosotros quiera opinar
y nos quiera separar.
Porque allí siempre estaré para luchar
y lo único que nos debe importar es el amar.

A mi pluma nadie la detenía, era ella jugando con las palabras, como niño después de la noche buena.

A ti, y a ti únicamente
Te tendré por siempre en mi mente
Eres lo más bello y preciado que tengo
y aunque digas que no es cierto
de creerlo me abstengo

Dos de la mañana marcaba mi reloj. Pero como dormir, si la Musa de la inspiración me acompañaba.

Eres la única flor de mi jardín
Te cuidaría y regaría por el resto de mis días
Arrancarte por mi mente nunca cruzaría
Sólo le daría tiempo al tiempo
Hasta marchitar y a la tierra volver a dar
En donde nos volveríamos a encontrar
y al cielo iríamos a dar.

Era mi primer poema, pero creo que fue la Musa quien me lo sopló. Yo siempre tan de buenas. Esa Musa debía amarme mucho, porque siempre que necesitaba ayuda, allí estaba para nutrirme. Y seguía.

Amada mía déjame entrar en tus pensamientos
y conocer todo aquello que aún no he descubierto
Preciosa mía sólo espero tu alegría
nada más disfrutaría por el resto de mi vida
Sólo tu alegría

¡Que alegría! Tres y treinta y cinco minutos con treinta y nueve segundos de la mañana, marcaban mi reloj. Comenzó sin ser anunciada en Radioactiva, Every Rose Has It’s Thorn, de la ya decaída banda Poison. ¡Qué guitarra!

We both lie silently still in the dead of the nihgtX
Although we both lie close together
We feel miles apart, inside
Was it something I said or something I did
Did my words not come out right
Tho’I tried not to hurt you
Tho’I tried bot I guess
WThat’s why they say

Y ésa balada si que me gusta, es pa’ cuando uno esta enamorado, y yo si que lo estaba. Y el coro me extasió.

Every rose has It’s thorn X
Just like every night has It’s dawn
Just like every cowboy sings his sad, sad song
WEvery rose has It’s thorn

Cuando regrese de mi cielito color crema, estaba allí. En la punta de mi pluma. Lista a eyacular su tinte color sepia, marca Pelikan TUSCHE, DRAWING INK, ENCRE DE CHINE, o TINTA GUAJIRA 12 ccm. 2/5 ft. OZ para heliografías en forma de bellos vocablos.

Y aunque nos digan que cada rosa tiene su espina
herirme no me importaría
Tú, mi amor, desde el cielo te escogí,
para que mi pareja seas hasta el fin.

Y bueno, no se rían. Yo sé que el fin llegó antes de lo esperando, pero tres meses son tres meses, ¿o no? Algo exagerado el poema. ¡Lo sé! Pero es lindo decir eso. Se siente uno como héroe. Como cuando Robin Hood salvó a su doncella en el film y de fondo sonaba Bryan Adams con I Do It For You, realzando la dulce hazaña.

“Oh you can’t tell me
It’s not worth trying for
I can’t help it
There’s nothing I want more
Yeah I would fight for you
I’d lie for you
Walk the wire for you
Yeah, I’d die for you
You know It’s true
Everything I do
Oh, i do it for you”

No me digas que no vale la pena luchar por ello. Yo no puedo remediarlo, no hay nada que más quiera. Sí, lucharía por ti, caería por ti, caminaría en la cuerda por ti. Sí, moriría por ti. Sabes que es cierto, todo lo que hago, oh, lo hago por ti. Eso es lo que sentí.

-¿Si ven?

La piel de gallina y el corazón abierto de par en par, esperando respuesta. Yo me imaginaba que se iba mínimo a morir de amor en mis brazos. Una escena así toda romanticona, en la que ella caía desmayada en mis brazos, y yo convertido en todo un galán, sostenía su cuerpo, como si de una porcelana se tratará. Luego el tierno beso despertándola, y su primera imagen del mundo sería yo, yo, y tan sólo yo. Ella sin reprimir sus impulsos se desnudaría y arrojaría sobre todo mi cuerpo. Los ojos que se cierran y la boquita que se abre. Una manito por allí y otra por allá.

-¡Ay, cuidado, tampoco así de duro!

Y eso era solamente por el poema, porque yo le hice también un maletín en cartón paja, y forrado en papel de Navidad con los motivos de Bob Esponja. Era bacano, si que lo era. Y el trabajo que me costó hacerlo, darle la forma, cortar, forrar, y el retoque. Luego de eso, dure como tres días en cama. Por el dolor en la espalda. Claro, encorvado trabajando, ¡quién no se cansa! Allí adentro le metí otra cajita, pero en tonos tierra. Con un ramo de rosas secas que hasta a mí me gustaban, y con un aroma... ¡Waoou!
Todo perfectamente calculado, con instrucciones y todo, ¡ah! Pero lo mejor fue el poema. Y como quería que sólo ella lo leyera, entonces utilice el viejo truco de los espías. Lo escribí todo con zumo de limón, y dos veces por si lo quemaba. Es que Angelita y sus manos, tienen a veces como malos entendidos, o hablan lenguajes diferentes. Si eso es, por eso es que no se entienden. Para verlo pues, tenía que pasar el papel por encima de una vela.
-¡Sí, de una vela!

Pues sin quemarlo, sólo dejando que el humito negreará la hoja. Y el resultado es todo arcaico. Queda todo lindo como de color sepia oscuro.
Cuando llegué al aeropuerto a despedirla por su viaje. Por su viaje todo pago a New York, mi suegra me hizo una cara de: ¡Pa’ que vino!, ¡Qué novio tan cansón!, ¡Qué pereza!, ¡Fuche, fuche!, ¡Hágase pa’ llasito! Y yo aguantando todo eso sólo por ella. Porque su hermanita, ¡qué va! más farisea pa’ donde. Ahí es que se da uno cuenta de como es la gente. Y ni que hablar de Angelita que sólo me saludo con un inexpresivo hola.

-¡Ah, mira lo que te traje!

Con mis ojos, quería arrastrarla al lugar más apartado del mundo. ¡Claro, pa’ qué me diera mi recompensa! ¡Qué creen! Me lo merecía, o, ¿piensan aún qué no? ¡Ah, si ven, ya me van dando la razón! Pero, cogió la maletica como si nada, y se la colocó debajo del brazo. Yo la seguía como cuidándola, que no se le fuera a caer. ¡Eso sí que no! Tanto trabajo, al menos que lo vea. Se detuvo para entregar las maletas, y en eso me descuide, y se lo dio a su hermanita. Ella si, ni tonta ni perezosa, levantó el maletincito al nivel de su oreja y lo sacudió. Como si se tratará de una pandereta, en los villancicos del veinticuatro de Diciembre, antes de abrir los regalos. Yo que veo eso, y...

-¡Malpa…! ¡Perdón, mala niña!

Aún guardaba las esperanzas. Mira, mira. Elaborado a mano, con algo que en las tiendas no tienen; amor, mucho amor. Pero ella ni se mosqueaba, no entendía mis miradas. Cuando sus padres y su hermana se fueron, descanse.

-¡Ahora sí!- Me decía yo.

Ella me miraba, y yo la miraba. Pero no me decía nada. Que desilusión, tanto por tan poco.

-¡Que té vaya bien!- Le dije.

Le di un beso. Me levanté, y como había llegado, así mismo me marché. En un bus, todo espichado, oliendo a puro pachuli barato, y a algunos otros aromas nada agradables.

-¿Qué te vas? ¿Pero porqué? ¡Espérate y te llevamos!

Que creyeron pues. Que me van a sobornar con una llevada a mi casa, ¡pues ni mierda! A humillar a otro.

-¡No tranquila! Es que tengo como afán. Pero de todas maneras gracias. ¡Qué detalle suegrita!

Luego supe que mi novia, había quemado uno de los poemas. El otro, quien sabe si aún lo conserva.

-Las mujeres si que son desagradecidas. Si no es un diamantito, o una esmeraldita. ¡Nada! ¡Qué cosa!

Que desilusión sentí ese día de su despedida. Pero claro, no tan duradera, pues el corazoncito después de lo de Angelita, se me fue como endureciendo.

-¡Que te vaya bien Carolina! Fue un placer conocerte.- Tan sólo eso me decía.

Me monte en el carro, y que se ubicaran como se les diera la gana. ¡Ya no me importaba!
Juanita se fue en el Mazda 3 Rojo de Felipe, al igual que Mica. Y Catalina, Jobst Viertel y Carolina se fueron conmigo. Pero como raro, si ella siempre se iba con la prima. ¿Será que se peleó con Mica? ¡Qué importa ya! El caso es que nunca había estado en una despedida tan extraña, pero no por lo que pasó, sino por lo que pasaría.


Confusión

-Yo quiero una Mujer Al Borde De Un Ataque De Nervios.- Eso le dije al mesero.

-No, disculpe usted. Se nos acabaron los ingredientes para ese cóctel.

¡Que tantos ingredientes se puede llevar! ¡Con lo fácil que es sacarle la piedra a una vieja! Es sólo hablarles de crianza de chinos y de la cocina. ¡Y sí señores, ahí tienen su Mujer Al Borde De Un Colapso bien horrible!
Nos trajo entonces uno llamado Terminator, todo verde. Y a ellas, uno que ni idea como es que se llamaba. En todo caso estaban muy fuertes. Yo con uno ya quede todo contento. La música estaba buenísima. Sonaban los Doors, los Radiohead, los Stones entre otros.
Y no, al comienzo todo bien, risitas van, risitas vienen. Juanita y Carolina eran una sola sonrisa. ¡Qué lindas que se veían ese par! Mica y Felipe allá en su esquinita. Catalina seria y Jobst Viertel:

-¡Qué va, ‘stoy es que me bailo!- Y se fue pa’ la pista.

Como raro, nosotros acompañados, y el lugar lleno de viejas. Y lo peor, ¡solas! Eso si no falla, es la única regla que conozco que no tiene excepción. Sí, cuando uno va acompañado, y más, si va con viejas buenas. ¡Eso es pero fijo que le caen más a uno! Son como la carnada que las atrae.

-¡Párenla, párenla! ¿No ven que ya esta ocupado el anzuelo?

Pero las miradas seguían, sí esas miradas de: Soy toda tuya. Porqué no bailas conmigo papi. Soy tierna y obediente, ¿quieres ser mi dueño? Miauuuuu...
Pero en estas ocasiones tan especiales no hay tiempo para eso. Sólo se tienen ojos para ellas, ellas, y únicamente ellas.

Juanita es un ángel. Sí, un ángel, al cual botaron del cielo por no dejar concentrar a sus demás compañeros. En el infierno estuvo un par de días, eso creo. ¡Sí, eso! Un par de días. Porque los diablitos no hacían si no observarla y observarla. Y el mal en el Universo se acabó. Los planetas se sobrepoblaron. Todo era felicidad, y así no se puede. ¡Eso sí que no! Así que nos la mandaron aquí a la Tierra, pa’ mortificarnos a todos los hombres. Juanita es... Sol de verano, el árbol de mangos del vecino con una tapia de tres metros de altura y sin escalera, la famosa quijada bíblica de burro, X - 1 = amor, petróleo crudo, la musa que inspira las ideas del hemisferio derecho del cerebro de la cabeza que se encuentra ubicada arriba en la parte superior; en el Penthouse, así. Yo soy... Hielo, las ganas, Abel, 0/0 (Indefinido), un patito blanco de horas de nacido, el corazón; el del cuarto, asa.

Eso le pasa a uno por ma... Perdón, por tonto. Dizque irse pa’l bar de al lado. ¿Se pueden imaginar? Nos dejaron solos, tan solos que hasta mis pantalones lloraron. Felipe sí me dijo que nos fuéramos, que pa’ que aprendieran. ¡Qué descaro!

-¡Pero ya que hermano, sí esto lo que esta es una chimba!

A mí ya nada me importaba. Después de tantos golpes lo que lo invade a uno es la indiferencia total. Y además ni que fuera mi novia.

Felipe sí con toda la razón, pues Carolina era su prima hermana y además Mica, su rayito de luna entre la selva dormida...
Baile y baile, y ellas nada que aparecían. Él estaba bravo, pero en serio. Nunca antes lo había visto así. A mí sí, ni me interesaba. Como sería que hasta les ofrecí de mi cerveza y les pregunté que, que tal estaba al lado. Y que full, bacán. Yo sí que me reía, y moleste y tales. Cuando en esas, Carolina me coloca su manito encima de la mía. ¡Ahí sí que confusión! Yo sólo me hice el loco, como si nada, pa’ que no se diera cuenta. La risita sostenida. Ese frío que baja, y despierta a las maripositas del estomago. Catalina que no se perdía una, como que la miró. Y yo ya no sabia si le caía bien o no. Pero, si se atrevió a colocar su frágil manito encima de mi ponzoña y no le dio miedo que la picara, es que ya no desconfía de los escorpiones. Pero, ¡y si era solamente por el traguito? ¡Ah! Como son las mujeres, uno no sabe si sí o si no. Porque no decir: Mira, vos me caes como un culo, no quiero volverte a ver, desaparece, ¿sí? O, vos me caes como bien, porque no nos volvemos a ver.
La duda es la que me mata. ¡Somebody help me! (Como dicen en las películas gringas) ¡Quién diablos apagó la luz? ¡No encuentro mi maldita pistola! Si tan sólo la encontrara, no dudaría en dispararte directo a tu músculo hueco, rojizo y cónico. Cuyo vértice descansa sobre el diafragma, y que está situado entre los dos pulmones y un poco hacia la izquierda en el tórax. Te haría una herida tan profunda que nunca podrías borrarla.


Amarillo Verde Rojizo

¿Ahora que? Como me da de ternura ver una vieja borracha. Es que se ve tan indefensa, tan frágil, tan inocente. ¡Pobrecita! Es que si la vieran. Y con ese nombre de niña buena. Jobst Viertel todo preocupado, la miraba, y la miraba.

-¡No la molesten!- Decía.

Parecía era de la Cruz Roja. Y yo sosténgale el pelito pa’ que no se le fuera a ensuciar. Yo la miraba como diciéndole: ¡Fresca, que los ángeles lo tienen permitido todo! ¡A, cualquiera le pasa! ¡Estas en las mejores manos! Y luego el corazón se me desbordó, y ya tenía era ganas de abrazarla, y consolarla. Ella llorando ahí sobre mi hombro, y la cámara siguiéndonos alrededor. La banda sonora tocando una bella pieza, mientras revolotean los pajaritos en el cielo azul. Pero el azul se convirtió fue en amarillo verde rojizo y cayó sobre mis zapatos, haciendo que la nube se esfumara. Pero sólo de nubes no se puede vivir. De vez en cuando es bueno verse los zapatos y decir: ¡qué sucios están! ¡Sería bueno lavarlos!
Felipe preocupado, y con toda razón. El carro estrenando sillas nuevas. ¿Quién no? Y Juanita que se iba adelante, y que no y que no. Tocó pues dejarla adelante. Yo le coloque el cinturón de seguridad y mi chaqueta sobre su pecho, por si de repente ese líquido amarillo verde rojizo decidía salir de nuevo. Claro que esta vez, mis zapatos no estarían allí para detenerlo pero si mi chaqueta.

-¡Duerme, Juanita, duerme!

Luego lo peor, la despedida. Como detesto las despedidas, son tristes y además uno nunca dice todo lo que quisiera. Esa noche, quería decirle todo lo bien que me caía, y algo más, pero... ¿Porqué todo tendrá que tener un pero, Carolina? ¡El seguro, el maldito seguro no me dejaba! Un chao fue todo lo que me salió. ¡Qué poco original! Hasta me dio pena, y me retire al carro de una. ¡Qué depre’ tan horrible! Pero así es la vida, unas se van otras se quedan...


La Pesadilla

En el Hato, como le llamaba Carolina, la conocí. ¡Sí, esa es la verdad, allí la conocí en realidad! Quien lo iba a pensar, pues en Bogotá sólo había visto su exterior.
En el fondo después de la llamada, yo lo sabía, y sí que lo sabía. Lo sabía más que nadie en el mundo. Y aún así, no pude decirle. Y luego que tuve oportunidad de volverla a ver, y en su propia casa, no lo hice. ¡No lo hice! Y antes en el cine, sentados en la primera fila al lado derecho, no lo hice. Si que tuve la oportunidad, pero es que es tan difícil.

Ella, me lo hizo todo. ¡Sí, tu! Cuando me mirabas, cuando me sonreías, cuando con tus manitos me hacías gestos. ¡Sí, tu! Cuando en tu boca, con el Pirulito jugabas. Sí, ese Pirulito de uva, que a veces veo en mis sueños, y que no me deja tranquilo. Ese Pirulito, que me decía tómame y que cuando lo destape, no encontré más que a ti riéndote de mí y abrazándote con Sebastián. Sólo porque sabías, que te quería más que a mi Lego. Para ti no fui más que un Pirulito de piña. Un experimento, un simple experimento, eso es lo que fui para ti. Tan sólo estaba en cuarto grado elemental, ¡Cómo pudiste hacerlo! ¿No sabes que en esta edad, aparecen los traumas?
Eres un trauma para mí. Tu nombre no significa nada, nada de lo que pudo haber significado. Ni Luz, ni María. María: nombre puro y significativo. Y Luz: espiritualidad y vida. Pero tu madre ha debido es colocarte Ave oscuridad: deidad de los niños de cuarto año, que tan sólo quieren dejar su Lego, para conocer el primer amor, o bien podría ser desilusión. ¡Sinónimos al fin y al cabo!
Tu juego Luz María me dejó jodido de por vida. ¡Sí, de por vida! ¡No’ tiagas! Eres la culpable de esta oportunidad que perdí y de muchas más que no quiero ni recordar. Ahora que lo pienso, pude haber hecho tres naves espaciales más y pude haber conquistado por lo menos otros dos planetas. ¡Qué días aquellos!

Todo lo que decía era gracioso para Carolina. ¡Tan linda! Qué sonrisita que tiene. Como de picardía, de diablilla tierna. No sabía para donde acomodarse, para aquí y para allá todo el tiempo. Se soltaba el cabello, se lo cogía. Por cierto se lo había cortado, y hasta se veía más linda. Esos crespitos desobedientes como que la molestaban, pero se veía tan linda así.
Yo sólo la miraba, y la miraba, porqué a la película, ¡qué cosa tan mala! Daba era vergüenza. Ni siquiera sonó la canción que tanto yo esperaba, esa que cantan los Wallflowers, y que en el coro dice: We can be heroes just a one day. I, I will be King & You will be Queen... En ese momento si que lo habría intentado.

-Podríamos ser héroes algún un día. ¡Sí que podríamos! Estoy seguro. Yo sería el rey y tu serías mi Reina. Y nada de jaques. ¡Eso si que no lo soportaría! ¿Quieres Carolina?

¿Original, o no? Y en caso de que no aceptara, pues con una sonrisa, por la tangente me le salía. Pa’ que pensara que era jodiendo.
Extraño su voz, no se porque, pero la extraño. Si que la extraño. La extraño muchísimo, más que a la mía, que desde que dejó de oír su compañía, se sintió sola y vacía. Y no sólo la voz, sino también las maripositas me abandonaron, nada más. Ah y la sonrisa, y las palabras bonitas, y la ilusión, y las nubes azules, y el veneno, y las pupilas alucinadas. ¡Por lo menos no fue mucho, que tal que sí!
Y yo que pensaba que me odiaba, y hasta no. Sentía algo por mí, yo lo sé ahora. Algo mínimo sentía, pero me basta. Como el niño que no tiene nada, y cuando le regalan algo, se siente el ser más feliz y agradecido del mundo. Es él, y su regalo. No existe nada más. Si es como cierto eso, que del amor al odio hay sólo un paso. Y como es directamente proporcional, entonces, del odio al amor también hay uno sólo. Ese paso te dio una medalla de oro en los cien metros planos. A mí, a mí me descalificaron porque salí pa’l lado que nu’era. En ligas mayores, ¡Qué despiste el mío! Espero el otro año me dejen competir o ¿quedaría eliminado? Ojalá que no, si no tocará hablar con el entrenador. Y pa’ que vea lo juicioso que soy, me voy a poner a practicar todos los días.

Nuestras miradas se encontraron por fin. Era ella y yo, allí. Sí, allí. En el interior del coche. En medio de la oscuridad. De la oscuridad cálida y fría. Era como estar flotando por el espacio exterior. Absolutamente un vacío tranquilo, rodeado de luces, provenientes de estrellas lejanas, que jugueteaban en sus pupilas. Sí, en sus bellas pupilas que todo lo podían. Y si que lo podían, eran como mi mando a distancia. Como mi remote controller RC – TZ720 marca Sony, que cuando le dan play él suena. Esa noche sonó bastante. Un poco más, un poco más. Fue como el encendido automático de mi estufa a gas. Llamarada de gas noble que no quema, que no arde. Fuego desmedido, incontrolado. Roces ardientes entre pieles humedecidas por el destino. Esas pupilas dieron la orden. La terrible orden.

Cali, Agosto 17 de 1998.

Dos jóvenes víctimas de sus hormonas. Ella dieciocho, el veintiuno. Toda una vida por delante. Detenida por fracciones de segundo. Detenida por Kilometer für Uhr.
Noche tranquila y estrellada, rota abruptamente por las rojas, amarillas y azules llamaradas. Futuro Economista, futura Psicóloga. Hacia el kilómetro cuatro vía Jamundi. Indicios negativos de alcohol y sustancias p psicoactivas. Sus padres lloran la alegría. La alegría, de haber encontrado el más puro amor en la tragedia.

Testigo número uno:

Ella conducía rápido, muy rápido. La música sonaba por todo el lugar. Sus manos fijas al volante. Su mirada perdida hacia la lejanía de su propia estrella. Ella me miró. Yo la mire. Fue su señal, yo lo sé. Maldita sea, yo lo sé. Sus pupilas dilatadas por la oscuridad augurada. Mis labios se unieron a los suyos. Mis ojos, sus ojos, intercambiando sueños de un mañana inexistente. Nutriéndonos de fluidos excitantes, descontrolados. Envueltos en el elixir, flotamos por el aire. Una eternidad inagotable, compuesta por sus manos aruñándome, por sus dientes blancos y puros mordisqueándome, por su alma tomándome. Las luces de los autos a grandes velocidades se reflejaban en sus pupilas. Todo parecía ser un sueño, un maldito y estúpido sueño de hadas. Pero no, era la realidad. La maldita y cruel realidad. En el impacto, el auto se envolvió en llamas de todos los colores: amarillas, rojas, azules, aguamarinas, cafés, negras, y muy negras. Pero nada me importaba más, que sentir su aliento de capullos de melocotón. Nos estábamos besando, maldición era cierto, era real. Lo había logrado. ¡Por Dios, lo había logrado! Era el hombre más feliz del mundo, de la Vía Láctea, del Universo, y de todos los tiempos. En ese momento el diablo quedó tan perplejo, tan admirado, que pensó que con nuestro amor el mal acabaría. Éramos un mal ejemplo para sus admiradores. Era él o su empleo. Su reputación, maldita sea, su estúpida y maldita reputación. Y fue allí, cuando el fuego desmedido e incontrolado hizo arder nuestras pieles humedecidas. Maldita sea, pero nada hizo que nos separaran. Triunfamos por encima de su orgullo. Su orgullo y maldito orgullo. Ahora estoy muerto.

-¿Y ustedes...? ¡Ustedes no son mis amigos, con los que hace un momento conversaba!. ¿Y éste...? ¡Éste no es mi cuarto! ¿Qué hacen?

Sólo venían por mi cuerpo, o bueno por lo que quedaba de él, que en realidad no era mucho.

- ya empezaba a descomponerme y los insectos hacian lo suyo.

No sé aún, cuando tiempo habrá pasado. Y yo que pensé que eran mis amigos, Jeje, que despiste el mío. Claro, y ese no parecía ser mi cuarto. Estaba un poco más pequeño, y las paredes estaban todas acolchadas. Si ni siquiera tenía mi póster de Iron Maiden, y mi equipo de sonido. Como no lo note antes. Era un maldito ataúd, un ataúd y tan sólo un maldito ataúd. Estaba hasta cómodo. ¡Pero que va! Lo único que me importaba, era su beso. Su beso, sincero y puro beso. Su beso de adolescente locamente enamorada. Su boquita con la mía. Su músculo que, fijo por su base al suelo de la boca y con la punta libre; que goza de variados movimientos y que está humedecida constantemente por la saliva, se juntaba con mis Papilas. Era una lucha libre, en donde todo tipo de golpes, se valían. Nunca antes había disfrutado tanto un beso en mi vida. ¡Qué lindo! Soy feliz, como nadie en el azulito y verdecito mundo. Todos los angelitos, palomitas y maripositas, revoloteaban a nuestro alrededor. Los rayitos del Sol, se descomponían en nuestros ojitos ilusionados. Las plantitas danzaban al compás del canto de los gorriones. Ese beso. Tierno e inocente beso, era el espejo de nuestro amor. Y dice aquí en éste libro de anatomía, que para que se verifique la percepción del Gusto, es necesario que los cuerpos dotados de cualidades gustativas, sean solubles en la saliva, para que puedan penetrar en las Papilas. O sea que tu amor, Carolina, es soluble en mi saliva, porque sabe... ¡Sabía bien! Qué bien sabía. Ahora es amargo, muy amargo y me produce como nauseas. Sabe como a... ¡Qué jodida vida! ¡Sabe a mierda! Eso es, autentica y pura mierda de perro. ¡Qué asco! ¡Micaela!
Claro, era ella que tenía cierto gusto por su excremento. Y creo yo, por el amargo sabor que me dejó en la boca, que acababa de deleitarse un buen bocado. Por eso sería que murió tiempo después. Pobre Micaela, mi mascota Micaela. Siempre saltando en las mañanas sobre mis sueños, con sus pelos de nube, su nariz caliente y su lengüita mal oliente. Esa desilusión que me hizo pasar, le costó el paseo al parque, en donde jugaba con sus amigas las arañas. Como la extrañan ahora que no esta. Ya no hay quien les obligue a remodelar sus telarañas.


En la Mesita de Noche


Fue una linda noche en el Hato. Contemplando las estrellas y sus ojos, y sus ricitos de oro, y su boquita.
Fue una despedida fría y sin palabras. Pero en sus ojos, en sus lindos y tiernos ojos, se contemplaba todo un universo de palabras lindas. Eso claro, sólo lo sabe ella.
Estaba yo allí enfrente del muro de su casa, con un pequeño papel de color verde impregnado de su cariño. Ella me dijo que no lo fuera a leer hasta después de que me fuera. Pero, cómo me podía pedir eso, ¿una tortura acaso? Si yo lo que estaba, era loquito por ella. Las manos me temblaban de impaciente alegría.

-¿Qué podrá decir?- Me preguntaba.

Y fue allí mismo que sin dudarlo ni una centésima de segundo más, lo abrí.

Agosto 17 -98

Este día estuvo,
como para guardarlo
en la mesita de
noche...

Gracias

Caro Mejía

Mis ojos destellaban de luz por doquier. La noche oscura, iluminada para mí por siempre, porque sabía que siempre estaría allí junto a ella, en su mesita de noche.



Eres,

Mi tronquito en una noche de naufragio sin salvavidas.
Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis ovejitas, siete,
ocho, nueve, diez, once, doce ovejitas,
en una noche de no sueño.
Como mi juego de
vídeo; entre más
pienso en ti,
más me
envicio

V.Mad
©


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